Embarazo y lactancia

Mi parto soñado

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Tenía muchas ganas de compartir con vosotras mi parto. Ese momento que tanto había soñado y para el que llevaba mucho más de nueve meses preparándome. Contar mi historia me parece fundamental ya que ha sido leyendo las historias de parto de otra mujeres y viendo los testimonios gráficos de aquellas que se han atrevido a compartir lo que más me ha ayudado a la hora de enfrentarme a mi parto.

Os escribo desde mi cuevita, donde llevo conociendo a mi bebé y enfrentándome a mi nueva vida poco más de un mes. Sin lugar a dudas tu primer hijo/a te cambia la vida, no puedo parar de sentirme agradecida por tener este hermoso bebé que está sano y que hace fenomenalmente todo lo que un bebé debe hacer (mamar, caca, eructar, dormir…).

Os voy a relatar mi parto tal y como me acuerdo…ten en cuenta que el cuerpo es muy sabio y te va haciendo olvidar las partes menos agradables para que sigas teniendo hijos…suerte que yo grabé una nota de audio contando todo todo a mis amigas el día siguiente a parir. ¡Aquí vamos!

Salimos de cuentas

El viernes 3 de mayo salía de cuentas. Yo había tenido un embarazo estupendo y lo único que me pasaba eran dolores de espalda y de vez en cuando mucho dolor en el coxis, que se agrava con no poder estirar como lo hacía antes, no poder dormir o estar sentada en todas las posturas que necesitaba y mi peso (cogí casi 19 kilos…ups!).

Ese día fui a mi fisio, donde son expertas en la salud de la mujer, embarazo, postparto, suelo pélvico…cuando estás embarazada es muy importante que te trate una profesional experta en esta fase de la vida de una mujer, ya que una mala praxis puede provocar un parto (en ese punto me daba igual, pero cuando no estás a término, créeme que no es una buena idea). Fui porque el día anterior me había dado un tirón en el cuello y porque mi coxis me estaba matando…y toda mi obsesión era llegar ágil y sin contracturas al parto. Me trataron fenomenal y me aliviaron muchísimo.

A fecha probable de parto yo seguía tan normal y pese a que todo el mundo daba por hecho que ya tendría alguna contracción preparatoria, yo no sentía nada de nada.

No sentía nada físico, pero había algo que me decía que ese fin de semana conocería a mi bebé.

Empieza la fiesta. Pródromos.

El sábado 4 de mayo me despierto a las 8:30 con mi primera contracción. Si bien anteriormente había sentido ‘cosas’ y dudaba si eran contracciones o no, en ese momento tenía clarísimo que había sentido la primera contracción. ¡Qué ganas de que llegase este momento! Despierto a mi pareja, le informo de que he sentido una contracción y seguimos durmiendo.

Durante la mañana del sábado seguía con contracciones espaciadas. Como bien sabíamos, teníamos que tener paciencia porque esta parte del parto puede ser muy larga. Empezamos a medir las contracciones con una app donde las vas apuntando y seguimos haciendo cosas. De hecho nos volvimos un poco locos y empezamos a limpiar la casa a fondo…¡mi chico limpió hasta la campana de la cocina! Estábamos felices, excitados y al mismo tiempo pacientes.

Por la tarde las contracciones iban en aumento y decidimos bajar a pasear por el barrio. Me hace gracia porque me encontré a mi vecina que me dijo “Estás a punto ya eh…”, no sabía cuánta razón tenía.

Íbamos andando y yo cada 10 – 15 minutos tenía una contracción. Para disimular delante de la gente, me abrazaba a mi chico y respiraba cada contracción. Aquí mis clases de parto y movimiento me ayudaron muchísimo, porque aunque no pensaba que me fuese a acordar de cómo respirar, en ese momento me salía de manera natural. Tuve el control de mis contracciones en todo momento.

Cenamos ligero y fuimos a dormir…Sobre la 1 de la mañana las contracciones son más seguidas, llegando a 3 en 15 minutos (a una media de 1 cada 5 minutos). Según nuestros apuntes de la clase de pre-parto, es en ese momento cuando debes acudir al hospital. Muy tranquilamente nos duchamos, arreglamos y nos fuimos al hospital.

Cuando llegamos al hospital, nos hacen esperar un poquito, nos pasan por triaje y ya subimos a la zona de paritorio. Ahí me informa la matrona que solo estoy dilatada de 1 cm…¡¿solo?! ¿Todo este dolor (luego sabría que eso no era nada) y todas esas contracciones y sólo 1 cm? La matrona fue super amable y nos dejó en monitores una hora para ver si se aceleraba el proceso pero las contracciones no eran suficientemente seguidas… Allí nos enteramos de que si eres primeriza tienes que esperar hasta que las contracciones sean mínimo cada 2 minutos…os juro que en mis apuntes eso no figuraba. Su recomendación es que nos vayamos a casa y esperemos pacientemente, ya que si nos quedamos en el hospital seguramente acaben teniendo que provocarlo, y nosotros NO queremos eso.

Un poco desilusionados y con la bolsita del bebé nos volvemos a casa. Nos acostamos un rato y mi pareja decide dejar de medir la frecuencia de las contracciones para no estresarme.

En algún momento de la noche, no conseguimos acordarnos si antes del hospital o después, me di varias duchas con agua caliente y un baño en la bañera. Recuerdo estos momentos como de gran alivio y según salí de la bañera las contracciones incluso se aceleraron durante un ratito.

Ahora sí que sí. No puedo más.

Amanece el domingo 5 de mayo y aunque mis contracciones no son cada 2 minutos, son de muchísima intensidad. No he dormido apenas y tampoco he comido nada desde el sábado. Sigo teniendo control sobre mis contracciones pero cada vez son más salvajes.

En este momento mi cuerpo me pide empujar la pared con cada contracción mientras expulso el aire con la f (si váis a algún curso preparatorio ahí os explicarán las diferentes respiraciones). Según va aumentando la intensidad de las contracciones, mi cuerpo también me pide agacharme frente a la pared en cuclillas…necesito abrirme y dejar paso a mi bebé.

Estoy súper cansada y el dolor de las contracciones se me empieza a hacer un poco cuesta arriba. Además sangro un poco y aunque la matrona anoche me dijo que es normal, yo ya empiezo a no saber lo que es normal y lo que no.

Sobre las 12:00 en una de estas contracciones que me piden acabar de cuclillas, sangro bastante. Entre que estoy cansada, asustada por la sangre y harta de esperar, le digo a mi pareja que no puedo más, que nos vamos y que del hospital no me muevo (momento dramático jeje). Él ha mantenido la calma en todo momento pero ahora también sabe que es el momento. Mis contracciones nunca llegaron a ser cada 2 minutos en casa, pero en ese momento yo ya sabía que el momento se acercaba.

Es increíble como el cuerpo sabe…si tienes dudas es que no, pero cuando la duda desaparece y sabes que tienes que ponerte en marcha…es que debes hacerlo.

Rompo aguas en el coche

Pese a vivir en Madrid, elegí el hospital de Torrejón por su programa de parto respetado. En un día tranquilo tardamos aproximadamente 25 minutos en llegar en coche. Ese día era domingo por la mañana y no había tráfico pero el camino se me hizo eterno. Durante toda la fase previa en casa (los pródromos) mi cuerpo me pedía movimiento, movimiento, movimiento. Estar en el coche con el cinturón puesto se convirtió en una pesadilla. A 10 minutos del hospital me vino una contracción tan grande que tuve que desabrocharme el cinturón y darme la vuelta para abrazar el respaldo. En el coche fue el único momento en que me descontrolé un poco y grité como nunca. Un premio a mi chico que aguantó estoicamente y no perdió la calma…cada vez que lo pienso me entra la risa.

Llegamos a urgencias y mi chico me dice que si quiero pasar una última contracción en privado, ya que la vez anterior que fuimos al hospital nos tuvieron un ratito en la sala de espera con más gente. Me parece una buena idea y ahí viene la siguiente contracción. Yo la recibo dada la vuelta y abrazada al respaldo y en medio de a contracción noto un claro “pop”. Grito a mi chico “aguas, aguas” y el pobre que no sabe qué hacer pues intenta recogerlas sin obviamente mucho éxito. OK, este sí que es el momento.

Ingresamos a las 13:30

Con todos los pantalones empapados y bastante nerviosa entramos a urgencias. Os puedo asegurar que en ese momento nadie se tomó las cosas como la primera vez. Nadie me puso cara de “sí, de parto, ya”. Me hicieron el registro rápido, casi no tuve que esperar en la sala de espera y me pasaron a toda velocidad por triaje. De hecho fue romper bolsa y todo empezó a pasar muy muy rápido. Mis contracciones eran muy seguidas y muy salvajes.

Decidí ir andando hasta la primera planta ya que no podía sentarme en una silla como me ofrecía el celador. Recuerdo el camino de forma divertida, ya que cada dos por tres tenía que parar y empujar la pared y agacharme en cuclillas mientras respiraba. El celador estaba obviamente acostumbrado porque demostró una paciencia y un saber estar… Yo en ese momento no pensé en nada más pero ahora me doy cuenta que estábamos pasando por el medio del hospital y la gente que me veía fliparía claro.

Llegamos a la zona de paritorio y esta vez no me meten en monitores. Me preguntan qué tipo de parto quiero tener. Yo tenía todo escrito en mi plan de parto y me consta que las matronas lo habían revisado pero imagino que se querían asegurar de que no había cambiado de idea. En mi plan de parto especificaba mi deseo de un parto natural sin analgesia, haciendo uso de hidroterapia y de la bañera de estar disponible y muy concretamente pedía que no se me ofreciera la epidural.

Me pasaron a la ‘suite’ como la llamo yo. En el hospital de Torrejón la habitación donde entras de primeras es el mismo paritorio, no te mueves hasta que das a luz. Tuve la suerte de que la bañera (solo hay 1) estaba disponible así que nos metieron en esa habitación. Me dieron un pijama de hospital azul y me pidieron que me tumbase para chequear la dilatación. Tuve que bajarme un momento de la cama porque me venía una contracción y no podía quedarme tumbada. Y ya por fin me miró mi matrona y me confirmó que ya estaba de 4. Si bien eso es señal de que ya empieza el parto, yo no pude más que pensar 2¡¿sólo!? Todo esto para 4 centrímetros…” Lo bueno es que todo iba a gran velocidad.

La matrona me pone los monitores inalámbricos que miden las pulsaciones del bebé y me recomienda darme una ducha de agua caliente. Ahí fue la última vez que llevé el camisón…después de la ducha no me volví a poner nada porque necesitaba estar cómoda. Imagínate, yo por ahí desnuda…te juro que en ese momento no piensas en si te da vergüenza o no…solo en que necesitaba que fuera así.

En la habitación la matrona muy amablemente me recuerda que tenemos a nuestra disposición el gas  de óxido nitroso, un analgésico no invasivo que puedes respirar durante la contracción y te ayuda a sobrellevarlo. Yo era lo único que había valorado y le digo que sí lo deje en la habitación que puede ser que lo use.

Me trae una pelota y una colchoneta y seguimos con el proceso. Mucho movimiento, mucha apertura de cadera…la cama solo me sirvió para tener algo que agarrar mientras estaba sentada en la pelota pasando la contracción. De verdad se me hace incomprensible parir tumbada…yo os juro que no podía estarme quieta.

Para mi las contracciones fueron dolorosas. Pero es un dolor soportable porque tiene principio, intensidad máxima y fin. A mi me ayudó mucho con cada contracción repetir la siguiente frase una y otra vez hasta que pasaba: “Igual que llega, se va”. También visualizaba una ola llegando a la orilla. Hasta la ola más potente acaba desapareciendo 😉

En un momento dado me pongo en cuadrupedia en la colchoneta. Y de repente noto ganas de empujar. Llamamos a la comadrona (hasta ese momento venía de vez en cuando a chequear, el resto del tiempo estábamos solos). Tengo muy claro que necesito empezar a empujar y empieza a llenar la bañera. Pero de repente todo va muy rápido y no puede escuchar bien el ritmo cardíaco del bebé, por lo que necesita que espere unos minutos para meterme en la bañera. Me ofrece sentarme en la silla de parto mientras y yo en ese momento ya no me veo con ganas de meterme en la bañera.

A todo esto mi chico está apoyándome todo el tiempo. Apenas hablo con él, solo para pedir agua. Él se encarga de darme la boquilla del gas cuando viene una contracción y de quitármelo. Creo que el gas hubiera sido igual de útil si fuese solo oxígeno…creo que lo que más me ayudaba era el tener que respirar profundo y de manera tranquila y el poder morder algo. Me alegro mucho de haber podido recurrir al gas, me ayudó a mantenerme centrada y respirar.

Mi hija

No se exactamente cuánto tiempo duró la parte del expulsivo, pero a mi se me hizo cortísimo. Me senté en la silla de partos, con mi pareja detrás mío y la comadrona enfrente sentada en un taburete observando todo pero sin intervenir. Me siento tan afortunada de que me tocase una profesional como ella…respetó todos mis deseos y a la vez veló por nuestra salud de una manera no invasiva que a mi me hizo sentir muy segura de mi misma.

Recuerdo que en un momento dado, como la matrona no me dirigía los pujos ni me decía nada (ella observaba y de vez en cuando me animaba) le pregunté si el bebé venía ya. Ella me dijo: “No se, tú lo sabes mejor que yo, ¿viene ya?” y yo sabía que estaba a unos minutos de conocerla, contesté “sí, sí, ¡viene ya!”

No se cuántos pujos hice, pero no se me hizo nada largo. Mi percepción es que pocos. Cuando digo que la matrona no me dirigió los pujos, lo digo porque en mi caso no estaba anestesiada y el proceso de parto transcurría con normalidad, por lo que mi cuerpo dirigía sin problema el parto. Es alucinante cómo sentía esa necesidad de empujar, es algo que simplemente no puedes frenar. En este momento sí que estaba haciendo sonidos más guturales. No gritaba como en las películas, pero con cada pujo el cuerpo me pedía sonoridad. En el curso de parto y movimiento se mencionó mucho que la apertura de la mandíbula es pareja a la apertura de la pelvis, y puedo afirmar que en mi caso fue así.

De repente la matrona me pregunta si quiero recibir yo a mi hija. Cuando bajé las manos sentí la cabeza de mi hija; peluda, húmeda, caliente…y una de sus orejitas. No me lo podía creer, ya estaba aquí. En el siguiente pujo salió su cuerpo y yo la recogí y la apoyé contra mi pecho. Allí estaba, mirándome con sus ojazos, MI HIJA.

Juno nació el domingo 5 de mayo de 2019 a las 15:30, Día de la Madre. Pesó 3,800 kg y midió 52 centímetros. Gracias hija por este regalo.

Es un sentimiento de victoria indescriptible. Pensar que de un acto de amor entre dos personas puede nacer un ser humano, alguien así de perfecto y bonito. Como mujer, saber que yo lo he gestado, lo he llevado dentro de mi, le he dado exactamente lo que necesitaba y la he traído al mundo…es simplemente un gozo. Para mi parir era algo muy importante, muy esperado y fue perfecto. No se si como lo esperaba porque nunca quise hacerme una película exacta de cómo iba a ser, pero fue simplemente perfecto. Me sentí más poderosa que nunca, sentí una seguridad en mi misma como nunca antes lo he sentido.

Me siento profundamente afortunada de parir en esta época en la que se respeta las decisiones de la mujer, en la que la medicina entiende que parir es un acto clave y de fuerte impronta en la vida de una mujer y permite que sea la madre la que decida. Me siento afortunada de tener sanidad pública de calidad, y de que el equipo médico respetase mi plan de parto. Gracias a Noemí, mi matrona, por transmitirme seguridad y confianza. Gracias por permitirme ver la placenta e incluso hacer una impresión de ella en un papel que guardaré siempre (podéis pedirlo en vuestro hospital). Y gracias por supuesto a mi pareja, por ser clave en que toda esta experiencia superase mis expectativas. Él me escuchó, se formó y me acompañó.

Llevo años investigando el cuerpo de la mujer, viendo videos de parto y testimonios porque creo, y puedo confirmar, que el cuerpo de las mujeres es simplemente alucinante. Tú mujer, estás diseñada de manera perfecta. Tu cuerpo sabe parir, solo tienes que confiar. Prepárate, lee, pregunta, infórmate y hazte dueña de tu cuerpo porque el parto va a enseñarte más de ti misma de lo que nunca hubieras imaginado.

 

 

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